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Siempre nos han dicho que España es un país de funcionarios con muy bajo nivel de emprendimiento. Una creencia contraria a realidad porque, España cuenta con un 17% de funcionarios según los datos del INE. Una cifra ligeramente inferior a la media de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que ronda en torno al 18%.

En emprendimiento tampoco somos el país con las tasas más altas, pero a nivel mundial, España se posiciona en el top 20 de tasa de actividad emprendedora, por encima de la media mundial, con un 5,2%. Así lo recoge el Informe GEM 2020-2021, que destaca la digitalización como principal palanca para la evolución del emprendimiento, con la que imponer un modelo productivo más innovador y digital.

Esta tendencia del emprendimiento continúa en alza tras la irrupción de la pandemia. Si bien es cierto que la crisis provocada por el coronavirus ha cerrado muchos negocios que no podían hacer frente a los gastos, también ha creado nuevas oportunidades de emprendimiento gracias a la digitalización. En especial en una situación de aislamiento cuyo único medio para comunicarse, comerciar, trabajar y realizar casi cualquier aspecto de nuestra vida, pasaba por el uso de las nuevas tecnologías.

Este modelo de negocio online, que no estaba demasiado desarrollado, se incentivó a pasos agigantados debido a la obligatoriedad del trabajo remoto (excepto para aquellos sectores imprescindibles) y al abaratamiento de los costes. No es necesario instalaciones ni grandes inversiones, sino tiempo y dedicación.

Uno de los principales retos que presenta el fomento de la actividad emprendedora en España es la brecha de género, territorial, generacional y socio-económica. Gran parte de esa tasa de emprendimiento recae en la población de más de 55 años con un 34,6%, dejando un 4,5% de la tasa a trabajadores de entre 25 y 34 años. La brecha de género no solo afecta a la cantidad de emprendedoras, sino que también a su calidad ya que suelen emprender en sectores con menos remuneración. En cuanto a la brecha territorial hace referencia a que en las zonas rurales también se dificulta la labor de emprendimiento, por los problemas de logística, la falta de demanda, etc. Sin embargo, la digitalización favorece estas posibilidades de negocio al facilitar los procesos.

Todas estas brechas hacen visible una necesidad, que es la de una formación en el área digital y de emprendimiento, para que los colectivos más afectados por el desempleo pueden crear oportunidades tanto para las personas, consiguiendo un empleo, como para fortalecer el tejido empresarial.

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